En un solo sorbo de leche hay cientos de diferentes sustancias, cada una de las cuales ejercen un poderoso efecto biológico. Este ” caldo ” de proteínas, hormonas, grasas, colesterol, virus, bacterias y pesticidas, pueden afectar a sus consumidores de múltiples maneras.
Introducción.
La leche es un alimento completo, capaz de nutrir, hacer crecer y conseguir el desarrollo normal de un neonato en sus primeros meses de vida. Los análisis de laboratorio nos muestran que es rica en proteínas, carbohidratos, grasas, minerales y vitaminas de una forma totalmente asimilable por el lactante. Por este motivo nos han hecho creer, que si no tomamos lácteos se nos debilitarán los dientes, descalcificarán los huesos y nuestros hijos no tendrán un índice normal de crecimiento. Y es lógico pensar de ese modo, teniendo en cuenta que socioculturalmente la leche ha sido y es un alimento introducido, comúnmente, como nutriente habitual e indispensable en las dietas de millones de seres humanos.
Sin embargo, el sentido común nos conduce a pensar que la leche es necesaria para el lactante y si observamos el comportamiento de los animales adultos en la naturaleza, vemos que no maman y menos de una hembra de otra especie. De hecho en cuanto se ordeña, empieza a contaminarse y a estropearse de forma rápida, siendo capaz de doblar la población microbiana en 35 horas, a pesar de estar conservada en el refrigerador. El hombre lo ha solucionado esterilizándola con calor en el proceso de la pasteurización, pero de este modo no tiene los mismos beneficios y no resulta ser igual de asimilable la leche de bovino que la que se mama de la madre.
Numerosos estudios científicos señalan la leche como uno de los factores implicados en enfermedades que afectan al sistema inmunitario y que sin duda son de difícil resolución desde el punto de vista de la Medicina.
Análisis bioquímico de la leche de vaca.
En un solo sorbo de leche hay cientos de diferentes sustancias, cada una de las cuales ejercen un poderoso efecto biológico. Este ” caldo ” de proteínas, hormonas, grasas, colesterol, virus, bacterias y pesticidas, pueden afectar a sus consumidores de múltiples maneras.
Tabla de composición de nutrientes en un litro de leche.
PROTEÍNAS 34g |
Carbohidratos 49g |
Lípidos 35g |
Sales minerales 9g |
Vitaminas |
82% Caseínas |
Lactosa |
Grasas saturadas |
1,25 g Calcio |
0’3 mg Tiamina |
18% Lacto albúmina |
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Colesterol |
1 g Fósforo |
1’7mg Riboflavina |
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1,5 g Potasio |
1mg Niacina |
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0’5 g Sodio |
10mg Ácido ascórbico |
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150 UI vitamina A |
Comparativa entre la leche humana y la leche de vaca diluida.
Es de sabiduría popular el hecho de que para alimentar a un lactante con leche de vaca es necesario diluirla, pero aún así no se consiguen líquidos idénticos.
La cantidad de proteínas de la leche humana, es 4 veces menor que la de la leche de vaca y su diferente composición queda de manifiesto cuando se “cortan”. En la humana el 80% queda en el suero y el 20% en la cuajada, mientras que en la de vaca es a la inversa, el 80% queda en la cuajada y el 20% queda en el suero.
La parte proteica que cuaja está compuesta en su mayoría de caseínas y la que queda solubilizada en el suero de L – albúmina.
La excesiva cantidad de caseína de la leche de vaca neutraliza la acidez gástrica favoreciendo las infecciones intestinales. Además la caseína se coagula en gruesos grumos que no pueden ser bien digeridos por el lactante. Las proteínas de la leche de vaca “formulada” por la industria para bebés, son estables en el estómago durante setenta minutos, mientras que las de la leche materna lo son sólo quince. Las proteínas extrañas entran en el intestino delgado intactas, produciendo una sensibilización prematura que puede ser una causa importante en el desarrollo del asma y eccema infantiles.
También la composición de aminoácidos de las proteínas lácteas puede acarrear algún desequilibrio, tal como ocurre con la cistina, que aunque se encuentra en la misma cantidad en la de vaca y en la materna al diluirla puede ocasionar un déficit de este aminoácido en el período neonatal.
Con la dilución de la leche tampoco en posible solucionar la proporción relativa de dos minerales importantes como son el calcio (Ca) y el fósforo (P). La leche de vaca contiene 6 veces más fósforo (P) y 4 veces más calcio (ca) que la humana, por lo que una dilución al 50% no puede corregir la proporción calcio fósforo. Esto acarrea un estímulo permanente de las glándulas paratiroideas y en consecuencia una excreción urinaria del exceso de fósforo (lo que podría ser responsable de las tetanias neonatales que ocurren en la primera semana de vida).
El hecho de que la leche humana sea más pobre en calcio (un 33% frente a un 118% en la de vaca), cumple una misión muy concreta: favorecer la absorción intestinal de los lípidos que de otra manera formarían jabones insolubles difíciles de absorber.
La proporción de lípidos en las dos leches es semejante, pero no así su composición. La humana es rica en ácido linoleico esencial para la maduración del sistema nervioso del bebé.
De todas las diferencias la más significativa, es la que hace referencia a las hormonas de crecimiento que junto con el contenido proteico hacen posible el rápido crecimiento de los neonatos. Mientras un bebé dobla el peso en seis meses, ganando unos 7 kilos, un ternero lo hace en 47 días ganando, hasta más de 100.
La transformación de la leche.
Desde que en 1856 Louis Pasteur descubrió que cociendo los alimentos se destruían los microorganismos causantes de su descomposición, la pasteurización ha sido aplicada profusamente en la industria alimentaria, especialmente en la láctea. En el proceso de pasteurización (calentamiento a 74ºC durante 15 segundos, seguido de enfriamiento rápido a 4ºC) se destruyen los microorganismos indeseables, pero también vitaminas y enzimas necesarias para la digestión de su alto contenido proteico. Estos inconvenientes son mayores en la leche esterilizada a altas temperaturas, la U.H.T de larga duración (calentamiento durante 3 segundos a 150ºC seguido de enfriamiento a 83ºC y envasado).
En la leche sin pasteurizar los microorganismos se multiplican a gran velocidad de manera exponencial. Ocurriendo de igual modo aunque a velocidades menores en las leches pasteurizadas, tal como se desvela de la lectura de la ley americana a este respecto: ” La leche pasteurizada no debe contener más de 20.000 bacterias por mililitro y no más de 10 organismos de especies coliformes”.
A pesar de refrigerar nuestras botellas de leche una vez abiertas, la población microbiana (buena y mala para el organismo), puede doblarse en 35 horas.
En los últimos años se ha visto en USA un ascenso de la salmonelosis y otras infecciones producidas por estafilococos, E. Coli y virus relacionados con la leucemia transmitidas por los alimentos, principalmente huevos y lácteos. Independientemente de que la infección se desarrolle, la presencia de estas bacterias y virus en la leche pueden constituir una fuente de estimulación antigénica, en definitiva, un añadido al stress inmune.
Además de la pasteurización, la homogeneización es otro rutinario proceso que es sometida la leche para mejorar su textura. En el se reducen los tamaños de los glóbulos de grasa al menos diez veces y esto puede aumentar el riesgo de padecer ataques de corazón a los grandes consumidores de leche, tal y como sostienen algunos autores. La razón parece ser la siguiente: con los pequeños glóbulos de grasa la enzima bovina xantín – oxidasa puede pasar intacta las paredes intestinales, llegar a la sangre y destruir un componente de las membranas celulares del tejido cardiaco (el plasmógeno).
Pero no sólo la xantín – oxidasa se ” beneficia” de la homogeneización. Los pequeños glóbulos de grasa también protegen a muchas hormonas bovinas facilitándoles el paso a través del epitelio intestinal.
El carácter antigénico de las proteínas lácteas.
El bebé humano asimila totalmente las caseínas de la leche de su madre, pero no puede hacer lo mismo con las caseínas de la leche de vaca, que pasan al intestino delgado parcialmente digeridas, debido al efecto neutralizador que ejerce la leche sobre la acidez estomacal necesaria para su ruptura. Este problema se agrava en los adultos, ya que con la edad disminuye la cantidad de renina gástrica que es la primera enzima necesaria para comenzar la cadena de rupturas de las grandes moléculas de caseína.
La caseína no hidrolizada (fragmentada) es una sustancia viscosa (se emplea como pegamento en relojería y en carpintería), que en algunas personas se deposita en los folículos linfáticos que rodean el intestino, impidiendo la absorción de otros nutrientes y contribuyendo a la fatiga crónica y alteraciones intestinales diversas.
Además los fragmentos pequeños procedentes de la hidrólisis parcial de la caseína (pépticos), pueden atravesar en ciertas condiciones las paredes intestinales. Allí, los linfocitos B de la mucosa intestinal fabrican anticuerpos (las inmunoglobulinas), que se unen con los pépticos (antígenos) formando complejos antígeno – anticuerpo, y de esta forma hacer que la absorción sea mínima. Cuando este sistema de defensa falla los complejos inmunes pasan al hígado para ser desactivados y en el caso de que este no lo consiga son transportados al bazo donde actúan los linfocitos T supresores. Cuando el hígado falla o la circulación es muy lenta, estos complejos pueden quedar adheridos a las paredes de los capilares sanguíneos obstruyéndolos, o alterar diversos tejidos. En último término estos complejos pasan al bazo donde actúan los linfocitos T supresores. Si la acción del bazo es insuficiente, los complejos pasan a los líquidos intersticiales alterándolos y intentan ser eliminados por el riñón sobrecargándolo.
Dos de las 25 proteínas antigénicas de la leche de vaca, la caseína y la gammaglobulina bovina, son altamente inmunogénicas, lo que quiere decir que plantean una fuerte demanda sobre el sistema inmunitario para producir grandes cantidades de anticuerpos y complementos. En condiciones ideales, las proteínas de la leche no digeridas o no descompuestas y otros antígenos de los alimentos, son retenidos en el intestino y expulsados junto con la materia fecal. En las personas con deficiencia de IgA, proteínas como la difícilmente digerible caseína, son absorbidas en el flujo sanguíneo en su totalidad y contribuyen al desarrollo de una variedad de enfermedades relacionadas con la autoinmunidad, incluyendo artritis reumatoide, lupus eritematoso, cáncer…
Parece que la falta de IgA es una de las deficiencias inmunológicas más comunes, todavía no diagnosticadas. Esta condición existe naturalmente en el desarrollo prenatal, y en los niños recién nacidos, debido a la inmadurez del sistema inmune durante los primeros años de vida.
La leche materna proporciona las IgA necesarias para realizar el desarrollo y la integridad funcional del tracto respiratorio e intestinal del niño, mientras que la leche de vaca está totalmente desprovista de su anticuerpo esencial.
Además grandes deficiencias de IgA son más comunes en los adultos de lo que se creía.
En 1985, en el Memorial Sloane Ketering Hospital de New York, de todos los pacientes vistos la mitad presentaban niveles bajos de (IgA, IgG e IgM). Según algunas estimaciones existen deficiencias de IgA medibles, en aproximadamente 1 de cada 700 americanos.
En resumen los lácteos tienen un alto contenido en antígenos que ” agotan” el sistema inmunitario, haciéndonos más vulnerables a las infecciones y a enfermedades directamente relacionadas con nuestro sistema inmunológico.
Se han descrito muchos problemas relacionados con los lácteos. Entre ellos podemos citar: problemas circulatorios, alergias, inmunodepresión, diabetes juvenil, enfermedades otorrinolaringológicas, asma, acumulación de mucosidades especialmente en los órganos genitales femeninos y en el aparato auditivo.
Según el doctor francés Gauvin, las enfermedades de garganta, nariz y oídos se deben al elevado consumo de yogures y de leche y el Dr. Oski jefe del hospital pediátrico Johns Hopkins asegura que muchos casos de asma y sinusitis mejoran o incluso desaparecen cuando se eliminan totalmente los lácteos de la dieta.
Otra serie de complicaciones que resultan del consumo de la leche de vaca es la nefrosis. Un grupo de investigadores de la universidad de Colorado y otro de la universidad de Miami han identificado esta enfermedad en niños con edades comprendidas entre 10 y 14 años. La nefrosis es una alteración de los riñones que provoca una pérdida permanente de proteínas por la orina. Cuando la leche era eliminada de la dieta de estos niños, la pérdida de proteínas cesaba y los niños se recuperaban rapidamente. Después de dicha recuperación se suministró de nuevo leche y los niños empezaron a disminuir los niveles de proteínas en la sangre. Se cree que la causa de la sobrecarga que recibe el riñón al intentar eliminar los complejos antígeno – anticuerpo de la caseína.
Sería aconsejable que todas las personas con problemas de salud disminuyeran al máximo los lácteos de su dieta. Sin embargo, aquellas personas que sufren de alergias cutáneas o respiratorias deberían suprimirlos totalmente junto con todos los alimentos industriales que contengan caseína. Las caseínas están presentes en todos los lácteos (leche, quesos, yogur…), siendo más problemáticas en los quesos industriales por su mayor concentración. No obstante los quesos de leche no manipulada por la industria fermentados artesanalmente y respetando los tiempos de curación, plantean menos problemas de carácter antigénico al consumidor.
Diabetes juvenil.
Son varios los estudios científicos que muestran la relación entre las proteínas de la leche de vaca y la diabetes juvenil.
Según los doctores Hans y Michael Dosh del hospital infantil de Toronto, los anticuerpos originados en el organismo de los niños por la ingesta de leche animal, reacciona con la molécula P69 de las células de los islotes de Langerhans del páncreas, lo que explica el espectacular aumento de la diabetes en los años 60 en USA y Europa.
Otro estudio realizado en Finlandia revela que los niños diabéticos tienen por lo menos 8 veces más anticuerpos frente a las proteínas de la leche que los niños sanos.
Muchas son las publicaciones que coinciden con la teoría de que las proteínas lácteas están relacionadas con una gran parte de las diabetes juveniles insulina-dependientes. En estos estudios se deduce que los niños que no se han expuesto a los lácteos en tempranas edades tienen un riesgo muy bajo de desarrollar diabetes. Si estas teorías son correctas, bastarían pequeñas cantidades de lácteos para desencadenar la fatal respuesta inmune en niños predispuestos genéticamente a ser diabéticos.
La intolerancia a la lactosa.
Químicamente la lactosa es un disacárido (galactosa + glucosa) que el organismo tiene que hidrolizar para poder utilizarlo. La hidrólisis se realiza por una enzima (la lactasa), que va desapareciendo con la edad más o menos rapidamente según la raza. En los pueblos de color, que tradicionalmente no han sido consumidores de leche, la pérdida es total en torno a los tres años, mientras que en la raza blanca va disminuyendo lentamente a partir de los tres años prolongándose en los habitantes de países tradicionalmente muy consumidores de leche.
Hay una relación directa entre la enzima lactasa que hidroliza la lactosa y la melanina responsable del color de la piel. Cuanto mayor sea la concentración de melanina, menor es la de lactasa. Los seres humanos que viven en un clima frío del planeta, tienen la piel más blanca para aprovechar con eficacia las escasas radiaciones solares del año y de este modo sintetizar la vitamina D imprescindible para la fijación del calcio en su organismo. También la raza blanca es la que tradicionalmente consume más leche, quizás para paliar esa dificultad natural para manejar el calcio. De este modo conservan la lactasa para poder digerir la leche, ya que no hay ningún otro alimento natural que contenga lactosa. Sin embargo, en la actualidad se ha disparado el consumo de leche (lógicamente en las personas que la toleran), y los estudios estadísticos nos revelan para ellos un mayor índice de cánceres y osteoporosis.
En las personas carentes de lactasa o con bajos niveles de la misma, la lactosa no hidrolizada pasa a la parte inferior del intestino donde es fermentada por distintas bacterias. Debido al efecto hiperhosmótico de la lactosa y de los productos de su fermentación, puede producir problemas como meteorismo, flatulencia y diarrea líquida. Es lo que se conoce como intolerancia a la lactosa.
El efecto general acídico de la inadecuada de la utilización de la lactosa se refleja por un aumento de nitrógeno en los individuos con reducida actividad de lact6asa.
Es de destacar que la alergenicidad de las proteínas de la leche de vaca es sinérgicamente aumentada por la reacción de la lactosa.
A veces solo existe una ligera intolerancia a la lactosa que pasa desapercibida, pero que poco a poco es la responsable de la pérdida de hierro que sufren algunos niños alimentados con leche de vaca. La irritación intestinal producida por los productos resultantes de la fermentación intestinal de la lactosa, hacen que los intestinos sangren cantidades inapreciables a simple vista, pero detectables en análisis clínicos.
Además, hemos de tener en cuenta que la lactosa es un potenciador de la asimilación de metales pesados (cadmio, plomo y mercurio), altamente tóxicos para el organismo y que en nuestro contaminado planeta se encuentran, aunque en pequeñas cantidades en la mayor parte de nuestros alimentos.
El problema de las grasas.
La concentración de grasa en los derivados de la leche entera es superior a la de las carnes más grasas, que al igual que en ellas, son saturadas en su mayor parte. Los ácidos grasos de la leche y sus derivados tienen 12, 14, y 16 átomos de carbono, lo que les confiere un poder aterogénico por encima de los ácidos grasos de las carnes de ternera o de vaca en las que predomina el ácido esteárico de 18 carbonos.
Los lácteos contienen ácido araquidónico, un ácido graso precursor en las células de prostaglandinas PGE2 mediadoras en los procesos inflamatorios.
Además el contenido en colesterol es muy superior al de los alimentos que tienen fama de ser ricos en el. Una sola taza de leche entera tiene 34 miligramos de colesterol, mientras que una lonche de bacón solo 3 mg. Al beber un litro de leche se ingiere el colesterol equivalente en 53 lonchas de bacón.
Los niños alimentados con leche de vaca tienen sus arterias en peores condiciones que los que fueron amamantados por sus madres. El problema es tan grave que la administración de algunos países ya está tomando cartas en el asunto; algunas recomiendan los desnatados y otras han suprimido los lácteos de la lista de los grupos de alimentos fundamentales para una dieta equilibrada.
Las cosas empeoran con la industrialización. La pasteurización hace las grasas más saturadas, y la homogeneización facilita el paso de las finísimas partículas de grasa sin previa digestión a través de las paredes intestinales. Lo que hace que se eleven los niveles de colesterol y de grasas saturadas en la sangre.
El término ” bajo en grasa” pertenece al lenguaje del marketing. Cuando se dice que la leche contiene un 20% de grasa se refiere a que por cada 100 gramos de leche 2 gramos son de grasa, pero no hay que olvidar que el 87% de la leche es agua y que la leche entera contiene alrededor de un 3’5% de grasa. Este 2% supone entre el 22% y el 33% del total de las kilocalorías. Para hacerse una idea en un baso de leche desnatada hay más grasa que 3 lonchas de bacón.
Pocos son los beneficios que se obtienen al optar por los desnatados sobretodo si se tiene en cuenta que la caseína sigue intacta.
¿ Son los lácteos una buena fuente de calcio?.
Los lácteos no son una buena fuente de calcio (ca). El Dr. Americano William Ellis, afirma que después de realizar más de 25.000 análisis de sangre halló que los niveles más bajos de calcio (ca) correspondían a personas con la costumbre de tomar 3, 4 o 5 vasos de leche al día.
Un extenso estudio epidemiológico realizado en China Popular y Taiwan, sobre varios centenares de factores alimenticios y psicosociales demuestran entre otras cosas el papel desmineralizante de la leche animal en el adulto. Cuando los chinos introducen la leche en sus dietas se produce un aumento de la osteoporosis. Este hecho parece paradójico, puesto que los chinos bebedores de leche consumen 4 veces más calcio (kha) que los chinos que no la ingieren. No deberíamos sorprendernos por estos resultados es bien conocido que la osteoporosis es una enfermedad de los países occidentalizados, fuertes consumidores de productos lácteos, que supuestamente la previenen.
En casos de osteoporosis la pérdida de calcio (ca) puede ser debida a la acidez transitoria producida por el exceso de proteínas delos lácteos. Además, el calcio (ca) es generalmente mejor asimilado y utilizado por el cuerpo cuando es ingerido en una relación aproximada 2: 1 con respecto al fósforo (P) y los lácteos tienen contenidos relativamente altos de fósforo (P) en relación al calcio (Ca).
Por otra parte, hay que tener en cuenta que un exceso de calcio (ca) podría acumularse en los riñones o en el sistema cardiovascular. Si verdaderamente nos preocupa tomar calcio en nuestra dieta, deberíamos poner más atención en los productos que alteran el metabolismo del calcio en lugar de tomar más lácteos.
Hormonas de crecimiento y cáncer
La leche de vaca contiene las hormonas naturales necesarias para el rápido desarrollo de los terneros. Las más importantes son los factores de crecimiento epitelial. Estas sustancias son las responsables del efecto curativo que posee la leche en las úlceras de estómago (actúan haciendo crecer la mucosa estomacal y obturando la úlcera). Pero también podrían ser las responsables delos tejidos epiteliales en los cánceres.
Según el Dr. R. Coen, autor del libro ” Leche el mortal veneno”, es la IGF- I la máxima responsable. La IGF-I es una hormona semejante a la insulina pero con funciones de crecimiento; la bovina y la humana son idénticas. Numerosos estudios demuestran una relación entre la IGF-I y el desarrollo de diversos tumores ( tiroides, huesos, riñones, mamas, etc), es más, el ( tamoxifén medicamento utilizado en el tratamiento del cáncer de mama), Debe su acción a la inhibición de la IGF-I.
El humo de los cigarrillos, las dioxinas, el uranio- 235, y otros tóxicos pueden causar cáncer ya que matan las células y hacen necesaria una nueva réplica de las mismas, pero para que esta réplica sea descontrolada se precisa la presencia de IGF-I. Esta hormona es producida en pequeñas cantidades por nuestro organismo, pero su concentración sanguínea puede sufrir considerables aumentos si se consumen lácteos.
Estas poderosas hormonas de crecimiento son de naturaleza proteica y serían destruidas por los fuertes jugos ácidos del estómago si estuvieran presentes en un filete de carne bovina, pero en la leche, la naturaleza asegura que estas hormonas pasen intactas a la sangre haciendo el PH del estómago más ácido y además, con la homogenización les facilitamos su paso a través de las paredes intestinales.
Los niveles de IGF-I son muy superiores en las leches de las vacas inyectadas con BST, hormona obtenida por ingeniería genética recombinando una hormona natural de la vaca con el material genético de una bacteria y que hace aumentar la producción Láctea.
Además de las hormonas de crecimiento, en cada sorbo de leche encontramos un auténtico cóctel de hormonas pituitarias, hipotalámicas, esteroideas, pancreáticas, tiroideas, paratiroideas, adrenales, sexuales. De estas últimas la progesterona está implicada en el desarrollo del acné y los estrógenos en las alteraciones del aparato reproductor femenino.
Por otra parte diferentes estudios muestran una mayor incidencia de cánceres linfáticos en aquellas personas consumidoras de leche.
Un cóctel de tóxicos.
Cualquier mamífero lactante excreta toxinas a través de su leche. Estas incluyen pesticidas, antibióticos, productos químicos, hormonas e incluso glóbulos blancos procedentes de las mastitis, lo que vulgarmente llamamos pus ( la ley permite que la leche contenga entre 1 millón y millón y medio de glóbulos blancos por mililitro). También podemos encontrar en la leche de algunas vacas virus y bacterias (o al menos las toxinas producidas por ellos), de enfermedades frecuentes en el ganado bovino (leucemia, tuberculosis e inmunodeficiencia). Además de estos tóxicos naturales están los añadidos por la industria Láctea. Por ejemplo la vitamina D sintética que en sobredosis es tóxica o los numerosos aditivos autorizados ( en España se permiten hasta 30 diferentes para lo yogures).
Los lácteos no sólo aumentan nuestro nivel de tóxicos, sino que, además, dificultan la eliminación de los mismos. Las descargas biliares excesivas pueden producir úlceras y malestares del sistema digestivo, la leche las disminuye razón por la que muchas personas dicen encontrarse muy bien tomándola. Pero este supuesto beneficio tiene sus inconvenientes. La bilis y las sales biliares son los transportadores naturales de los tóxicos eliminados por el hígado, que verán sus posibilidades de salida disminuidas.
También la leche materna está contaminada con pesticidas. Un estudio realizado sobre 14.000 mujeres lo demuestra. Parece ser que la mayor fuente de pesticidas son la carne y los lácteos, ya que los niveles de pesticidas resultaron ser la mitad en las madres vegetarianas que en las carnívoras.
Los sustitutos de la leche:
En realidad podemos alimentarnos perfectamente sin tener carencias de ningún tipo, prescindiendo de los lácteos. La necesidad de sustituir los lácteos por otros alimentos responde a dos razones: una la preocupación por el calcio y la otra el apego psicológico al ” amamantamiento” diario.
Del calcio nos tendríamos que preocupar de las pérdidas más que del suministro e incluir en la dieta una buena cantidad de verduras (repollo, brócoli, navizas…). Para aquellos que necesitan seguir tomando un líquido blanco de sabor dulce suave, existe una amplia variedad de leches vegetales.
Podemos obtener sabrosas y nutritivas leches de arroz, avena, almendras, avellanas, sésamo o chufas. Las venden preparadas pero también las podemos hacer en casa.
Tabla de principales alimentos que aportan calcio (en mg/100g).
FRUTOS SECOS |
VERDURAS |
LEGUMBRES |
CEREALES |
FRUTAS |
ALGAS |
GERMINADOS |
780 sésamo |
245 perejil |
260 soja |
70 copos de avena |
190 higo seco |
1500 espirulina |
1200-1800 alfalfa germinada |
250 almendras |
230 col rizada |
110 garbanzos |
45 trigo |
100 pasas |
1400 hijiki |
1700-1800 levadura |
220 avellanas |
130 cebolleta, espinacas |
75 lentejas |
25 arroz |
60 dátil |
1300 wakame |
60 germen de trigo. |
140 pistachos |
120 brócoli |
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20 mijo |
45 orejones |
800 kombu |
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100 girasol |
110 acelgas |
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15 maiz |
45 naranja |
470 nori |
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90 nueces |
100 aceitunas |
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40 kiwi |
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90 puerros |
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25 fresa, cereza |
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